Gustavo Maya, dueño de la panadería y confitería «La Princesita» desde hace un par de años, tiene una historia de vida que ha dejado una marca indeleble en su querida ciudad de Esquel.
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Criado en este hermoso rincón de la Argentina, Gustavo nació en Roca, Río Negro, pero pasó su infancia y adolescencia en Esquel. «Hice muchísimos amigos, conocidos, gente que hasta el día de hoy tenemos muy buenos tratos. Eso es fundamental para crecer», nos cuenta, reflejando su profundo aprecio por las relaciones humanas que ha forjado a lo largo de su vida, quizás le cuesta un poco recordar los nombres, pero no a las personas y las vivencias, lo que lo llena de alegría.
El interés por hacer pan nació en Gustavo cuando su padre lo llevó de pequeño al Lago Futalaufquen y le enseñó a hacer masa pan y tortas fritas, mientras él trabajaba. Desde ese momento, supo que quería seguir este camino. «…De ahí me gustó lo que era la panadería, de elaborar y que la gente te diga ‘riquísimo, seguí haciendo esto’, y me gustó muchísimo…», afirma con pasión.
“…Casi siempre elegí equipos de mujeres porque son mejor tratables, siempre consideré que es mejor tratar a una mujer, podes tener discusiones, pero llegas siempre a un acuerdo, por ahí con hombres tenés muchos más roces. Me encanta trabajar con ellas, por ahí me enojo, sí, pero siempre termino a veces cediendo con algunos caprichos de ellas, pero siempre trato de que todos se sientan cómodos trabajando conmigo y tirando el proyecto para adelante…”.
En sus agradecimientos, Gustavo reconoce la importancia de la fe, la familia, los amigos y sus clientes en su vida y en el éxito de «La Princesita». Además, expresa su gratitud a las personas que le dieron la oportunidad de aprender el arte de la panadería -como Hugo y Eduardo-, a Claudia que fue su socia y hoy es su gran amiga, a sus empleadas, con quienes elige trabajar con cariño y comprensión, y por supuesto a los clientes que lo eligen todos los días.
La historia de Gustavo Maya es un testimonio de cómo la pasión y la dedicación pueden convertir un sueño en realidad. Su panadería «La Princesita» es un tributo a su amor por la panadería y a la comunidad que lo ha apoyado a lo largo de los años. Es un testimonio de cómo los sueños pueden hacerse realidad con trabajo y esfuerzo.
“…Yo creo que busquen una vocación. Mi vocación es ser panadero, tengo un título de carpintero profesional, pero no ejerzo porque no es una vocación que yo quiero. Buscar una vocación es cada servicio, cada cosa que uno haga hacerlo con amor y dedicación, sea arte, música, sea panadería o carpintería, cualquier cosa, pero hacerlo con pasión. Y eso te va a dar el fruto de tu vida, porque cada cosa que vos hagas con pasión te abre el alma, no te aseguro que te vas a llenar de plata, pero lo vas a hacer tan bien que a la gente le va a gustar. Yo creo lo hice tan bien y hoy la gente me lo demuestra con ese cariño…”.
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