La Flor de Nigrán abrió sus puertas hace 35 años en la rúa dos Pazos bajo la gestión de Pablo Sanromán y Luisa Pazó, sus fundadores. Su hija Andrea, que con 16 ya les ayudaba en el reparto y desde hace más de veinte está al frente del negocio, ha tomado la decisión al toparse con un mal que comienza a ser endémico. “…Tengo que cerrar la panadería, pese a tener 1.200 clientes, por falta de personal cualificado y sobre todo, con ganas de trabajar…”, explica Andrea con la agridulce sensación de la inminente despedida.
Quiso delegar y ampliar la plantilla, pero fue misión imposible. “…No había candidatos, al menos ninguno con ganas de trabajar o iniciativa y, cuando pasa eso, en vez de aliviar la carga, provocan más estrés…”, señala la empresaria. Así que tuvo que recortar servicios.
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