Alfajores, huevos de pascua, panes dulces… recetas que buscan que al que las prueba llegue el amor de Dios, como cuentan estas benedictinas
Hay un rincón del Vaticano muy necesario, del que se nutren todos los demás, y en las próximas semanas tendrá nuevas residentes. Se trata del Monasterio Mater Ecclesiae, fundado por san Juan Pablo II para sostener al Santo Padre en su preocupación diaria por toda la Iglesia, mediante el ministerio de la oración, adoración, alabanza y reparación, siendo así “…una presencia orante en el silencio y soledad…”, como explica la Santa Sede en la comunicación oficial.
El que conoció algunos de sus huevos de chocolate o roscas, o alguno de sus panes dulces, no repite Pascua o Semana Santa sin ellos y puede soportar largas filas en torno a estas festividades para hacerse con uno de los clásicos de la pastelería y repostería.
La abadía de Santa Escolástica en Victoria, al norte de la ciudad de Buenos Aires, nació del impulso de los benedictinos, que ya a inicios de siglo XX tenían su monasterio en Buenos Aires. De sus múltiples talleres en Victoria nacen distintas tradiciones. Por ejemplo, encargar a ellas las participaciones para las bodas; de las más bellas, y sentidas, sabiéndose de la oración y el empeño de quienes las confeccionan. También los ornamentos litúrgicos. Pero sin duda, el producto con el que incluso puede decirse que logran ir más allá de la Iglesia, es la pastelería. Infaltable en toda guía gastronómica con las delicias estivales.
Pero también imperdibles son sus alfajores de dulce de leche o fruta, sus galletitas y bocados, que de acuerdo a la jornada son especialmente decorados, sus conitos de dulce de leche…Todas delicias que, suele decirse luego de probarse, tienen una receta “…que solo Dios sabe…”.
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